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martes, 1 de abril de 2008

El próximo Premio Nobel

Siempre lo he dicho y aún lo reitero, a pesar de haber sido siempre malinterpretado y hasta tildado de apátrida: "Cien años de soledad", el mejor libro que he leído en mi vida, sólo había podido ser escrito por un colombiano. Mejor dicho, García Márquez no es tan "realmente mágico" como siempre hemos creído. Simplemente narró la historia de un pueblo, en un país en el que pasan cosas realmente absurdas, lo cual no deja de ser un gran mérito y lo cual, por supuesto, no lo hace menos merecedor del Nobel. Lo único que digo, realmente, es que Colombia es un país de locos.

En Colombia nos enfrascamos en discusiones históricas sobre la virilidad de Simón Bolívar y sobre una aparentemente inexistente descendencia, aún corriendo el riesgo de que Chávez, sólo por jodernos otro poco la vida, autorice la entrada de aviones artillados y una comisión de verificación presidida por los cubanos, para que desentierren los supuestos restos del famoso caballo blanco del Libertador en Mulaló, Valle del Cauca, donde los habitantes juran y rejuran, descansan los restos del equino que Bolívar le regaló a un peruano catorce años antes de la fecha en que los vallunos aseguran que el cuadrúpedo "pidió la cuenta" en territorio colombiano.

En Colombia elegimos senadores que posteriormente deben ser encarcelados por vínculos con las mafias paramilitares o que recorren el mundo con un turbante en la cabeza pidiendo a la comunidad internacional que tumben a un gobierno constitucionalmente elegido y con el 84% de aceptación popular. Elegimos lustrabotas, cantantes, actores y conductores de programas humorísticos en altos puestos del legislativo nacional y luego nos quejamos que ni los concejos municipales, ni el Senado, ni la Cámara de Representantes, sirven para nada. Elegimos, como si lo anterior fuera poco, a directores técnicos de fútbol que creen que "perder es ganar un poco" para que modifiquen la Constitución Nacional.

En Colombia creemos que es más vivo el que no se rinde ante la adversidad, lo cual no sería problema, pero cuando tantos consideran la ley y las normas, como un obstáculo que hay que superar, la cosa se complica. Es más vivo, entonces, quién es capaz de burlar la justicia para garantizar su bienestar personal, o familiar (caso en el que es aún más heróico y positivamente valorado el desacato a la ley). Pagar impuestos era hasta hace muy poco, afortunadamente, cosa de imbéciles y no de ciudadanos que cumplen un deber patriótico. Sobornar la autoridad sigue siendo, desafortunadamente, una señal inconfundible de esa capacidad de supervivencia del colombiano, mal entendida como pujanza. "Los colombianos somos echaos palante y no nos rendimos nunca", dicen orgullosos quienes todavía creen que evitar una multa de tránsito es un acto que reafirma la capacidad, aún valorada positivamente, de evadir una supuesta arbitrariedad estatal, que en esos casos casi nunca lo es.

En Colombia despedimos a un técnico que, como Retat, tenía al Atlético Bucaramanga a 4 puntos del líder y a cambio contratamos a otro que, como Luna, lleva años sin dirigir en Colombia.

Colombia, señores, es el país que creyó haber encontrado cura contra el SIDA y el cáncer (recuerdo especialmente un supuesto remedio cuyo componente principal era mierda de Cóndor). Somos el país del Sagrado Corazón de Jesús, el país de "el que reza y peca empata", el de los muchos Macondos y el de los Aurelianos Buendías, el país del pan y circo, el segundo país más feliz del mundo, somos el país de la más rica biodiversidad del planeta pero también un país al que le da pereza reciclar, un país de contradicciones y paradojas, no el del "realismo mágico" sino del "realismo real".

Pero mucho cuidado, al paso que vamos, el próximo premio Nobel de literatura es ecuatoriano. La madre si no!

Los amigos del sur son hoy el país de las conspiraciones imaginadas, el país donde se defiende a unos terroristas por el hecho de ir en piyama, el que se desgasta diplomáticamente para defender el derecho a su soberanía pero "sobrevuela involuntariamente el territorio colombiano" con helicópteros que a pesar de las advertencias, emprenden la fuga para retornar a su espacio áereo. El país de Abdalá Bucaram, un presidente medio loco que se dedicaba a vender discos y hacer conciertos multitudinarios con sus canciones; el país de Rafael Correa, otro presidente que acusa al gobierno colombiano de incumplir tratados bilaterales que prohiben la fumigación a 10 kilómetros de la frontera, cuando la cancillería de nuestro país puede demostrar que en esa franja únicamente hace erradicación manual de cultivos ilícitos; un país, en resumen, que en los últimos diez años ha tenido seis presidentes y dos Juntas de Gobierno, casi el mismo número de técnicos que ha tenido el Atlético Bucaramanga en el mismo período de tiempo, y nosotros por lo menos fuimos a la Copa Libertadores.

1 comentario:

our corner around the globe dijo...

Totalmente de acuerdo las situaciones de los Buendia son reales. Las he visto hasta en mi propia familia.