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miércoles, 26 de marzo de 2008

Relanzamiento 2008

Supongo que si soy capaz de mantener a casi cien personas pendientes todos los martes durante dos horas de las pendejadas que digo en mi programa radial, podré comprometerme conmigo mismo a reactivar la euforia mediática que en Julio de 2006 me hizo abrir este blog.

Hacer radio y, ahora, revivir este espacio de opinión, es una gran forma de reemplazar los seis años de docencia abruptamente interrumpidos a principios de 2008.

Podré opinar sobre los liberados, que todavía parecen secuestrados, pero no por las Farc sino por sus intereses políticos y sus afanes de protagonismo. Pero los entiendo, debe ser duro estar en la selva por tanto tiempo.

Podré opinar sobre por qué creo que Bogotà es el "mejor vividero" de Colombia, aún por encima de mi natal Bucaramanga, que sigue pareciéndome, asi mis coterraneos me lo reprochen cada vez que tienen la oportunidad, una ciudad aburrida y muy caliente. Pero hay ciudades aburridas muy bonitas, y hay ciudades muy calientes que son muy pujantes. Pero sobre todo, hay ciudades donde sirven porciones generosas en los restaurantes, y eso, entre algunas otras sencillísimas cosas, hará que lleve por siempre a Bucaramanga, y a todos los recuerdos de mis primeros quince años de vida, en lo más profundo de mi corazón.

Podré contarles también mi interpretación de lo que está pasando en el mundo, podré aburrirlos con una veintena de argumentos para convencerlos, tal y como me convencí desde hace unos años cuando terminé mi tesis doctoral, que la causa principal del "desmadre" del actual conflicto armado es el deficiente proceso de construcción nacional en Colombia. Podré controvertir, con argumentos que algunos considerarán como inválidos, que creernos el segundo país más feliz del mundo es un rasgo del cual debemos sentirnos orgullosos, asi como también les podría tratar de convencer de que estamos tan jodidos precisamente por creer que la malicia indígena del colombiano, y de la cual también nos jactamos, es un rasgo que debe ser valorado positivamente.

Podría hablarles en alguna de estas "entregas" sobre lo irresponsables que somos al no ser ambientalmente responsables. Sobre lo egoistas que somos al creer que este mundo aguanta nuestros lujos y comodidades innecesarias.

Supongo que podría hablarles de lo que me gusta hacer y de lo que no me gusta que me hagan, de lo que nunca hice y de lo que me arrepiento de haber hecho.

Pero hable lo que hable, además de asumir plenamente la responsabilidad frente a mis propias palabras, que por quedar escritas deben "oirse" con más cuidado, espero poder mantenerlos pendientes cada semana de lo que a bien tenga escribir en este pequeño trozo de ciberespacio.

Guevonadas

“Y ya nadie me escribe diciendo:no consigo olvidarte”JS

Todo comenzó el día en que descubrió que su exnovia había desarrollado la más increíble, extraña, pero envidiable capacidad de darse cuenta, doce años después, de que él era tan normal y simple como todos los hombres del planeta.

Cuando abrió los ojos e intentó moverse sintió el yeso que le cubría casi de pies a cabeza. Según le comentó el doctor que intentó calmarle mientras intentaba luchar contra su particular armadura, tenía fracturados las dos piernas y varias costillas. Fue entonces cuando vino a su mente la imagen del semáforo peatonal en rojo.

- Santi, que ibas pensando cuando cruzaste la calle?- preguntó su ex con cierto tono de preocupación incapaz de ocultar algo de mordacidad.

-Pues mira, pensaba en que hacía un frío de cojones, pensaba en mi increíble facilidad para hablar como español en España y como colombiano en Colombia, pensaba en que la película que iba a devolver había sido pésima, en que no podía perder la apuesta que había hecho en el puesto de quinielas: Tailandia 1- Argentina 1. ¿Al fin como quedaron?

- Tailandia perdió, como siempre. A ti es al único que se te ocurre que Argentina podía perder.

- Mierda. Pensaba en el último polvo y en el próximo, en que no tenía director de tesis y quería regresar pronto a Colombia. En que prefería una buena amistad a un buen matrimonio, en que no podía ir por la vida haciendo daño a la gente que quería. Pensaba en que la ciencia sin conciencia es una ruina para el alma, como decía Rebelais, en que, como a Sen, me daba miedo ser demasiado feliz porque no era correcto serlo en un mundo tan desgraciado como este.

- No te pongas filosófico- replicó ella.

- Pensaba en todo el papel higiénico que me gasté durante el matrimonio, en que quien hace una pregunta siempre pretende saber, al menos, la mitad de la respuesta. Pensaba en que efectivamente entre el cielo y el suelo hay algo con tendencia a quedarse calvo, y que eso era yo.

- Por fin lo reconoces- exclamó

- Pensaba en que ahora los que nos salimos del armario somos los heterosexuales. Pensaba en ¿cuánta gente ves un día en el metro, por ejemplo, y quieres hablarle y piensas que ha sido la persona más interesante que has visto y no le hablas por pena?, en ¿cuánta gente te ve y quiere hablarte y piensa que has sido la persona más interesante que ha visto en el día y no te habla por pena?.

- Pensaba también en ¿cuánta gente estaba en ese momento contándole a un amigo en la oficina que no había podido dormir por los ruidos de los vecinos haciendo el amor?, en la estúpida vocación de trascendencia del ser humano. Cantaba una canción de Sabina y sonreía, pensaba que sólo lograría batir mis alas bajo una tonelada de libros leídos. Pensaba que, como dijo Ula el día de la cena con Vallespín, se me iban las calles de Madrid. Pensaba que Bogotá olía a frío, que Lisboa olía a mierda, que Bucaramanga a césped recién podado, y Barcelona a sal. Pensé en un porno email enviado a la persona equivocada. Recordé al gordo que siempre veía pegando con silicona todos los números ocho de los teléfonos públicos para que no llamaran a su casa. La omnipresente necesidad de la libertad garantizada por el anonimato absoluto, personificada en un gordo sudoroso y con mal olor. Lo irónico de un mundo incomprensible.

- Pensaba en encontrar mi lugar en el mundo, pensaba nuevamente convencido que la fidelidad no tenía absolutamente nada que ver con la genitalidad, res de res. Pensaba en su ausencia presente, siempre presente.

-Justo en ese momento, antes de sentir el golpe, me reí al caer en cuenta que el director de mi doctorado se llamaba Jaume Molins y me imaginé que era el protagonista de un vallenato catalán a Jaime Molina, que cuando estaba borracho, ponía una condición. Alcancé a pensar que las uñas de los pies eran muy feas y que solo lucían bien en los suyos.

- Recordé la historia de mis dos bisabuelos paternos. Don Luis Emilio, el pobre, encendiendo un billete de un peso para que Don José del Carmen, el rico, pudiera encontrar en la penumbra una moneda de diez centavos que había perdido y que llevaba buscando en cuatro patas unos cuantos minutos.- Pensé en el antepenúltimo segundo que, como decía también Sabina, no debías intentar volver a aquellos lugares donde has sido feliz. En el penúltimo recordé al joven que recorría el metro preguntando a las mujeres con voz apesadumbrada “¿Tú no eres Cristina?”, e intenté imaginar su reacción cuando alguna le contestara afirmativamente. El amor perdido y la locura de la búsqueda infructuosa.

- Y en el último, en el último segundo, pensé que si ese era el fin que ojalá fuera feliz para todos.

- Oye, te lo preguntaba en forma figurativa, dijo ella sorprendida. No hacía falta tanto detalle. Pero ahora que lo pienso... mierda, pues por andar pensando en tantas guevonadas casi te matan.

Tomó su bufanda, me dio un beso en la frente y se fue.

- Por pensar en guevonadas...- cerré nuevamente los ojos y quise pedir a gritos que me pusieran un sedante.

Santiago Gómez, Barcelona, Diciembre 2003

Afortunadamente

En las noches era imposible no pensar en ella. Las 500 de Sabina eran pocas comparadas con las que él había pasado repasando cada uno de los pocos minutos a su lado. El día que la vio por primera vez y el repaso casi minucioso que se había acostumbrado a hacer de cada una de las frases que le dijo entonces. La primera llamada telefónica, y la voz del otro lado del teléfono que no le reconoció hasta después de un par de minutos. La última llamada y ese silencio que lo absorbía cuando no estaba a su lado. El primero y el último de los besos, tan parecidos y tan lejanos. Las miradas de complicidad cuando se encontraban casualmente en la casa de algunos de sus amigos. O las miradas planeadas cuando se cruzaban intencionalmente al ir a la cocina para servir más hielo o prender un cigarrillo. Las confesiones hechas y las no hechas. Las mil coincidencias descubiertas poco a poco. Y unas similitudes construidas artificialmente por alguno de los dos para parecer más cercanos de lo que realmente estaban. Las preguntas premeditadas y las respuestas estudiadas. Los secretos compartidos, las complicidades asumidas, los abrazos interminables. Demasiadas cosas como para dejarlas pasar inadvertidas, realidades y maldiciones que ahora formaban parte de su cotidianidad, afortunadamente.