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miércoles, 4 de agosto de 2010

Arqueología meliflua

Un homenaje a la estupidez humana que parece convencerse, cada vez más, de que todo aquello realizado por las civilizaciones antiguas tuvo que ser resultado de la intervención extraterrestre. "Los egipicos no pudieron haber construido, ellos solitos, las pirámides. Los indígenas peruanos no pudieron realizar las líneas de Nazca como una mera expresión artística de sublimación para sus dioses. ¿Cómo pudieron hacerlo si nosotros somos superiores?"- se preguntan hoy los iluminados por la sabiduría científica. Pura basura arqueológica, creo yo. Puro egocentrismo de la civilización superior.

Año 3255. Bogotá, Colombia.

Después de quinientos años de altas temperaturas que hicieron imposible la subsistencia humana, y luego de una glaciación prolongada, los pocos sobrevivientes pasan la mayor parte del tiempo procreando para repoblar el planeta. Se organiza nuevamente el Mundial de fútbol, que por sustracción de materia se realizará cada diez años, mientras todos los países alcanzan niveles de población que permitan la consolidación de selecciones a lo largo de todo el orbe. Mauricio Gómez, descendiente directo de Hernán Darío "El Bolillo" Gómez, es elegido como nuevo técnico vitalicio de la selección Colombia, con tan sólo 17 años. El Atlético Bucaramanga queda subcampeón del recién reinstituido torneo colombiano, que ese año cuenta con la participación de tan sólo dos equipos. Millonarios no participó.

En medio de dicho florecimiento de las civilizaciones y de un optimismo generalizado, el recién creado Ministerio de Investigaciones, en cabeza de un descendiente lejano de Álvaro Uribe, el joven Don Andrés Felipe Uribe, decide asignar partidas presupuestales significativas para hacer algunas pesquisas arqueológicas que permitan a la nueva civilización entender la forma de vida de la Bogotá de principios del siglo XXI.

Finalmente, el 20 de julio de ese año, se envía a los mejores científicos de la época a dos lugares elegidos al azar, separados unos diez kilómetros. El grupo Alfa, empieza las excavaciones en el punto ubicado más al sur. Dos días después, su líder reporta el hallazgo de importantes asentamientos y restos humanos que lograron ser datados satisfactoriamente como originarios de la primera década del siglo XXI. La operación es todo un éxito y el recién instalado Congreso de la República le otorga a Don Andrés Felipe la condecoración que lleva el nombre de su tataratataratatarabuelo, don Álvaro.

Mientras se hacen pruebas de ADN con avanzadísima tecnología del siglo XXXIII a los huesos encontrados en la primera ubicación, el grupo Alfa encuentra lo que parece ser un centro de adoración y culto unos trescientos metros al oriente. Esculturas regordetas y pinturas de personajes obesos emergen de las ruinas bajo la mirada atónita de Don Andrés Felipe, que decidió liderar las operaciones en persona para evitar la acción de algunos grupos de saqueadores que aprovecharon las excavaciones para apropiarse de los restos arqueológicos.



Mientras tanto, el grupo Beta es enviado a la ubicación norte. Pasan algunas semanas antes de que los agotados expedicionarios reportan con satisfacción el hallazgo de otro extraño centro de culto donde reposan también algunas pinturas de seres con sobrepeso junto con herramientas y utensilios que pasan a ser examinados en los laboratorios del Ministerio de Investigaciones.



Año 3261. Bogotá, Colombia.

Seis años después de que los importantes hallazgos arqueológicos son conocidos por la opinión pública, el recientemente elegido presidente de la República, Don Andrés Felipe Uribe, que aún porta la ahora raída medalla al mérito que le fue otorgada a raíz de los descubrimientos, cita a todo su gabinete para presentar el informe oficial con el análisis riguroso que dará pistas sobre la vida en la Bogotá del siglo XXI.

El informe del Ministerio de Investigaciones, soportado en la realización de avanzadísimas pruebas científicas y resultado del uso de tecnologías jamás imaginadas por los habitantes de la Bogotá preglacial, afirma en sus conclusiones, soportadas por reconstrucciones holográficas, lo siguiente:

"La Bogotá de principios del siglo XXI era habitada por seres que rendían culto a la obesidad. Las evidencias arqueológicas halladas en la ubicación central demuestran que la civilización de entonces estaba conformada por seres adoradores del gigantismo, que se reunían con frecuencia, tal como demuestran los instrumentos encontrados en la ubicación norte, etiquetada con un extraño letrero que dice "Crepes & Waff", a realizar bacanales gastronómicos para cultivar su sobrepeso, que sin duda fue la causa de una desaparición prematura, aun antes del aumento global de temperaturas. Sorprendentemente, los análisis genéticos realizados al cráneo encontrado a unos cuantos metros de la ubicación central, permitieron reconstruir la apariencia del que parecía ser su líder, ya que fue encontrado en medio de las ruinas de lo que los científicos determinaron era un palacio. La misión afirma de manera vehemente y tajante que el coeficiente intelectual del misterioso personaje reporta unos déficits significativos si se comparan con los resultados obtenidos de otras muestras craneales obtenidas en puntos aislados de la altiplanicie...



...La misión lamenta reconocer que no pudo establecer el significado de lo que parece ser un extraño instrumento de medición encontrado junto a su fémur derecho. Lo único que se atreve a confirmar el grupo de científicos, es que según documentos manuscritos encontrados cerca de sus restos óseos se establece que dicho objeto, que consistía en una tira larga de metal con números escritos en ella y que tenía la capacidad de contraerse y alargarse a voluntad del usuario, se denominaba "el metro de Bogotá".