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domingo, 17 de octubre de 2010

Genio y figura


Íker Casillas
Genio y figura


El Madrid lo descubrió cuando apenas tenía 10 años. La Selección española lo catapultó a la fama mundial, y aquellos que no disfrutan del fútbol, lo recordarán por un beso que algunos comparan con el de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman.

Ni las siete botellas de Roquers de Porrera, ni las tres horas de sueño impidieron que esa fría noche de invierno del 2002 fuera a ver a jugar en el Bernabeu a Íker Casillas.

El partido no era decisivo, las tribunas no estaban llenas, y yo, un admirador de la elegancia del fútbol catalán, no pude resistirme a traicionar por 90 minutos al Barcelona, para disfrutar de quien a dos años y medio de su debut, sorprendía con atajadas de esas que los abuelos decían sólo haberle visto a Lev Yashin, el portero borrachín de la Unión Soviética, a quien apodaban La Araña Negra, elegido por la Fifa como el mejor del siglo XX.

Su historia de blanco
Íker Casillas nació en Móstoles en 1981, formó parte de la cantera merengue desde los 10 años y para aquella noche en que yo me debatía entre el frío y el dolor de cabeza, ya había ganado el Trofeo Bravo a la promesa del torneo nacional, una Liga española, una Supercopa de España y una Champions.

Sus números con el Real Madrid son sorprendentes. En total ha ganado cuatro Ligas, tres Supercopas en su país, dos Ligas de Campeones, dos Intercontinentales, una Supercopa Europea, el Trofeo Zamora, que reconoce al arquero menos vencido en España, el premio al Guardameta Menos Goleado en Europa, el galardón al Mejor Portero del Mundo en el 2008, y hasta el reconocimiento de Hijo Predilecto de Móstoles.

Hasta el 11 de agosto del 2010, Íker jugó 518 partidos para su club y ostenta hoy un récord de imbatibilidad con el onceno madrileño de 573 minutos, algo más de seis compromisos sin encajar un gol.

Íker siempre ha sobresalido. No es un portero del montón. Incluso, en una ocasión, el diario As, que califica a los jugadores con un puntaje de hasta tres estrellas, le otorgó, después de un partido con la Real Sociedad, cuatro. Pasa horas jugando Playstation y confiesa aún sorprenderse por ver su clon atajando penales en la pantalla. Postulado seis veces al Balón de Oro de France Football, Casillas tiene mucho para mostrar a sus seguidores.

Vistiendo la roja
La leyenda del “Santo de Móstoles”, como lo llamó Pepe Reina en la celebración posmundialista hace unos meses, no se limita a los logros alcanzados con su club. Vistiendo la casaca de la Selección también sorprende.

Casillas es el segundo español con más partidos jugados en el equipo, campeón de los europeos Sub 15 y Sub 16, del Mundial Sub 20, de la Eurocopa, y capitán de la Selección recientemente coronada en Suráfrica, donde obtuvo el Guante de Oro, que desde 1998 reconoce al mejor arquero de las justas mundialistas.

Un ejemplo, un ídolo
Casillas se ha destacado como uno de los jugadores de fútbol más activos en lo social. Ha participado en campañas para prevenir la drogadicción, erradicar la malaria, promueve regularmente campamentos de formación deportiva en barrios marginales, viaja a regiones deprimidas de países suramericanos y hasta colaboró en una campaña contra la mutilación sexual femenina en África.

Las mujeres lo catalogan como uno de los futbolistas más sexys del mundo, tema que a mí por supuesto no me incumbe, hizo brotar lágrimas y desató envidias a las más de quinientas mil personas que, en tan sólo 12 horas, vieron en la Red el beso que le dio a su novia, la periodista Sara Carbonero, luego de ganar la Copa Mundial en julio.

Íker es el yerno que toda suegra quisiera tener, el novio que muchas desean, el amigo que todos soñamos y el portero que todas las selecciones del mundo anhelan.

Esa fría noche de invierno del 2002, el partido terminó 3-1 a favor de los locales, lo cual para mí resultó ser sólo una anécdota, porque desde ese día se selló la admiración, hasta hoy secreta, que siento por el mejor del mundo, a pesar de que juegue en el club equivocado.

Por Santiago Gómez Mejía
Columnista invitado

Artículo publicado en la Revista Capital Club, edición 79, octubre 2010.

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