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viernes, 2 de julio de 2010

Las enseñanzas de Don Luis

A pesar de lo que podría indicar el uso del "Don", no me refiero a Aragonés, el sabio de Hortaleza, sino a Luis Suárez, nacido en Salto, República Oriental del Uruguay, en 1987.

Ya antes del partido con Ghana, desde antes de "la atajada del mundial", era para mí una de las figuras de este torneo lleno de sorpresas.

Muchos se han ido lanza en ristre contra el delantero charrúa, alegando una conducta antideportiva y hasta tramposa. De seguro son hinchas cariocas que adoloridos por su eliminación, para muchos prematura, no quieren ver a otros suramericanos entre los cuatro mejores del mundo.

Yo defiendo a Suárez (aunque la jugada no deja de generarme algunos dilemas morales, que en aras del debate sano y la argumentación respetuosa, y en mi calidad de "mendigo del fútbol", dejaré deliberadamente pasar por alto). Esta jugada, futbolísticamente hablando, es heróica. Y además nos enseña algunas cosas que creo muchos de nosotros aún no tenemos claras.

La primera, hay que sacrificarse por el equipo. ¿Qué carajos hacía un delantero que no destaca propiamente por su altura, defendiendo en la propia raya de gol cuando el partido está a punto de irse a la definición por penales? Sintiendo la camiseta que lo vio parir! Demostrando lo que ya es un tópico: la garra charrúa.

Y la segunda, que el interés general prima sobre el interés indiviudal. Si Suárez no metía la mano, el gol no sería culpa suya. Él no es defensa y no estaba obligado a hacer lo que hizo. Nadie le culparía de la inminente derrota charrúa si el balón entraba. Suárez tenía dos opciones: meter o no meter la mano. Si no lo hacía, se iba para casa sin ser culpado y no asumía el riesgo de ser acabado por sus compatriotas en caso de que Gyan anotara el penalty. La fácil.

Si la metía, se despedía del Mundial, olvidaba el sueño de ser goleador, asumía el riesgo de ser catalogado como el gran culpable de la eliminación, luego de haber sido el mejor de su seleccionado durante lo que iba de Mundial, pero le daba el chance a su selección de soñar, al menos durante los tres interminables minutos que Ghana tardó en cobrar la pena máxima. Se la jugó toda por su gente: los que lo acompañaban en la cancha, en el banco, en las gradas y en su país, poniendo en riesgo casi todo lo que había ganado hasta ahora.

Salieron muchos a decir que los uruguayos son tramposos. No creo que sea cierto. Tramposo Henry al utilizar su mano para clasificar al Mundial, y no le sirvió de nada. Tramposo Luis Fabiano al hacer doble mano para anotar el gol contra Costa de Marfil, y tampoco resultó en últimas, siendo muy útil. Tramposo Maradona y tramposo el dios que le prestó su mano en el ochenta y seis. Esos tres contravinieron las normas y lo usaron para ganar un partido. Y luego de reconocer la infracción públicamente, parecieron sentirse orgullosos de ella. Suárez, Don Luis, asumió con valentía las consecuencias. Se aguantó la roja, asumió dejar escapar el sueño de ser goleador de un Mundial: pagó las consecuencias que establece el reglamento.

Y la otra lección la dio Gyan. Se necesita tener un par de Jabulanis en el escroto para cobrar el primer penalty de la definición, tan sólo unos pocos minutos después de haber desperdiciado el que le regaló Suárez. Tiene razón en despedazarse en lágrimas al final del partido, o al principio de la eliminación. Otro maestro. Gran Mundial. Le queda un consuelo: no ser colombiano. En este país jodido mataron a Andrés Escobar por mucho menos. Vida larga para el hasta ahora suplente del Stade Rennais de la segunda división francesa. Tiene un futuro prometedor.

¡Cuánta falta le harán Lugano, Fucile y Luis Suárez a Uruguay contra Holanda! Mucha más que la que le hará Brasil a estas semifinales, sin duda. Afortunadamente falta mucho fútbol por ver en este Mundial.

POSTDATA: Que aquellos quienes quieren ver a Argentina campeón critiquen la soberbia española es como si Maradona hiciera campañas con Naciones Unidas para disminuir el consumo de cocaína en el mundo. Si mal no recuerdo, Del Bosque no ha descalificado públicamente a ninguno de sus rivales, como sí lo ha hecho El Pelusa. Que yo sepa, no existe la Iglesia Xavisiana aún.

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