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jueves, 3 de diciembre de 2009

Segundo y último tiempo

La primera vez que fui al estadio fue a ver un partido Bucaramanga-Pereira por allá en 1979. Y diría que de los 10 primeros partidos que vi en estadios, unos 8 enfrentaron a los dos equipos que, por herencia, debieron gustarme. Pregunta: ¿Cómo carajos, después de ese comienzo, me siguió gustando el fútbol? Respuesta: Esperanza.
El 11 de octubre de 1981 vi al Bucaramanga perder con Junior y recuerdo aún el cuerpo sin vida de un aficionado de tantos que habían ingresado a la cancha para protestar una decisión arbitral en la esquina sur oriental del gramado.
Recuerdo de manera clara muchos de los goles de "el Negro" González, los pases de Janio Cabezas, recuerdo vívidamente "el Nene, al Pirata, al fondo y gol". Crecí con el "a Colombia se lo cuento, pero a Millos no se lo canto" del Profe González. Recuerdo al Tano Onis, al Rambo Sosa, las atajadas de Vasco, Landaburo y las embarradas de un paquetazo que se llamaba Guibaudo. Me sé lo que por esa época era el cántico de la improvisada barra de Dany (el de Dany Sandwich), un argentino que quién sabe hasta hace cuánto vivió en la ciudad y que cantaba sus melancolías tangueras en el Alfonso López: "Sí, sí señores, yo soy canario, yo soy canario de corazón, porque este año Bucaramanga, Bucaramanga, será el nuevo campeón". Y eso fue, señores, hace casi 30 años!!!!!
En 1991 recibí en Wisconsin, por correo regular, el recorte de la foto de prensa que mostraba el gol que Pedro Manuel Olaya le hizo desde mitad de cancha a Oscar Córdoba, para entonces arquero del Quindío. Seré el único verdadero hincha bumangués de mi edad que nunca haya visto ese gol, y que nunca lo verá, pero seré el único también que en su mente lo imagina, quizás, mucho mejor de lo que realmente fue.
Viajé -nuevamente a Pereira- a ver el partido en el que un desconocido apodado "el Coca-Cola" Valencia le dio un triunfo insuficiente a Bucaramanga y lo mandó a la B por primera vez. Esa tarde cantábamos "Ay qué pena me da que no se ha muerto el canario", mientras nos comunicaban con Pipe Zarruk que nos entrevistaba desde Santander y nos aclamaba al aire como un verdadero ejemplo de lealtad a un equipo tan flojo como el nuestro. Admiré al argentino Jorge Ramoa cuando dijo el día de la tragedia, después de varios meses de actuar como jugador y técnico: "Uno no es de donde nace, es de donde escoge vivir. Y yo soy bumangués. Por eso me duele tanto no poder responderle al público".
Ví partidos de esa primera B. Recuerdo uno contra el Cóndor en el Campín y otro contra Unicosta, con el que sellamos el regreso a la máxima categoría del fútbol colombiano. Me invitó Sergio como regalo, creo, de cumpleaños.
Viaje desde Bogotá para ver los partidos contra Quindío y América el año que fuimos segundos. Disfruté con los penaltys que cobraba el "Mísil" Restrepo al estilo Panenka. Celebré a rabiar el gol Nelson Gómez contra el Barcelona de Guayaquil en la Libertadores del 98. Lloré cuando pasamos como mejor tercero del grupo. Putié al camerunés Oyé Flavié más de una vez. Al año siguiente recriminé al taxista que me recogió en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra al recordarle que el Bolívar nos había eliminado del torneo continental.
En los doce años, no seguidos, que he vivido en Bogotá, sólo falté a un partido del equipo en Bogotá, porque esa tarde me fracturé dos veces el cúbito y una el radio. Y adivinen: ganamos con gol del "Jeño" Uribe.
Viajé por carretera un sábado a Envigado para verlo jugar en el Parque Estadio y regresar después del partido porque el lunes tenía un parcial de Econometría a primera hora. Ni Bucaramanga ganó, ni yo pasé el parcial.
Sufrí, desde España, el triangular que nos permitió mantener la categoría en 2001. Recuerdo que oía las transmisiones de los partidos en el Carrusel Deportivo vía Internet a la una de la mañana, hora de Barcelona.
Le hice barra a todos los equipos contra los que jugó el Cúcuta en la Copa Libertadores en la que llegó a semifinales. Odié a Millonarios, aunque no supe realmente nunca la razón. Sufrí cuando el Envigado nos quitó un invicto de cuarenta jornadas en el Alfonso López (aunque ahora no sé si ese hecho lo imaginé para agrandar las pocas glorias que nos ha brindado el equipo). Celebré la contratación del "Bombardero" Valenciano y no entendí la salida del "Chontico" Herrera. Abracé al "Kiko" Barrios en el Hotel Torreón de Pereira un día que nos dejaron entrar al lugar de la concentración. Muy concentrados no estaban.
Recuerdo al "Pony" Maturana, a la "Piraña" Díaz, al "Niche" Guerrero, cuando era un desconocido y vestía la camiseta amarilla, al "Palomo", ya en las últimas, al "África" Umaña, cuando no era calvo como hoy, al "Mico" García, hermano de Beatriz, mi profesora de español de ese entonces, y alumno de mi papá en la UNAB. Los recuerdo a todos.
Escribí en este mismo blog el día que nos mandaron nuevamente a la B. Sufrí todo un año completo para verlos de nuevo en la A.
En el matrimonio de Tavo, el día de la última victoria leoparda, frente a un equipo que se llama Atlético la Sabana y viste un uniforme igual al de Camerún, me puse la camiseta del Atlético y salí a cantarle "Mi hermano y yo" al homenajeado.
Pero esta semana me dí cuenta que ese Bucaramanga, el que vi anoche, está condenado a permanecer en la segunda categoría por mucho tiempo. Descubrí que el fútbol es para disfrutarlo y que cuando se juega como he visto jugar al Atlético todo este año, no disfrutan ni los jugadores.
Pereira merece quedarse en la A, los responsables de esta promoción no son sus actuales jugadores, sino los que defendieron sus colores en 2007 y 2008. Están en los cuadrangulares y el peor de los matecañas es mejor que el menos malo del Bucaramanga.
Sólo un milagro nos pondría en la A el 17 de diciembre, pero por primera vez en mi vida no quiero milagros. Deseo, con todo el corazón, que "el Artrítico" se quede en la B. El fútbol colombiano, ya bien jodido, no necesita un equipo tan malo en su máxima categoría. Será seguir viendo a equipos como el Pasto, Chicó y Cortuluá quedar campeones antes que a los "Leopardos". Será seguir sufriendo, en lugar de disfrutar. Será seguir creyendo en imposibles. Será seguir pensando que algún día, antes de morirme, el Bucaramanga será un equipo decente y gane, al menos por una única vez, el campeonato colombiano de primera categoría. Será seguir imaginando ese partido en el que un negrito, que seguramente aún no ha nacido, le hace un gol de chilena en el minuto noventa y tres a Nacional y nos da la estrella que siempre hemos soñado. Sólo espero que, en ese momento, mi corazón aún esté en condiciones de soportarlo.

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