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martes, 27 de enero de 2009

Barack Hussein Obama


Que en Estados Unidos haya ganado un negro, nieto de kenyatas, con un nombre que evoca a los dos grandes enemigos de su país -Hussein y casi Osama- no deja de ser sorprendente. Pero después de dos períodos presidenciales de un tejano borracho, disléxico e hijo de papi, hubiera ganado casi que cualquier demócrata.

La victoria de Obama simboliza el éxito del "American Dream" y le da la razón a Shakira cuando dice que cualquiera puede triunfar en Estados Unidos, auque eso no lo piense Mc Cain (el excandidato, no el de las papas). La victoria de este Hussein demuestra que un país que hace cincuenta años intentaba eliminar todo lo que fuera más oscuro que la nieve, es hoy una nación más tolerante, que da señas positivas de respeto por las minorías, que -a propósito- poco a poco están dejando de serlo. Aunque habría que preguntarle a los iraquíes qué opinan de esto.

Obama es un símbolo de esperanza, pero lo que hoy se vive es una euforia desmedida y peligrosa. Como dice María Isabel Rueda: "Pocas veces un presidente había llegado a serlo con tan poca experiencia. Obama tiene la hoja de vida más corta de la historia, en la cual aparece que solo ocupó dos cargos antes de la presidencia: editor de una revista académica de circulación restringida y dos años en el Congreso de E.U., que se le fueron haciendo campaña. Su experiencia comienza y termina como activista del "community service" de Chicago, de lo cual nos dio prueba un día antes de su posesión cuando pintó la pared de un hospicio de adolescentes. El negocio más grande que hizo Obama antes de ser Presidente fue la negociación de los derechos del libro de la historia de su vida".

Cualquiera puede llegar a ser presidente de una potencia mundial en decandencia. No hay duda.

Firmar el cierre de Guantánamo es una decisión que debe ser aplaudida, pero yo me reservaré mis aplausos para cuando el final del proceso de desmonte me demuestre que se hizo justicia -sea la que sea- con quienes hoy están presos, sin sacrificar la seguridad internacional. Lo difícil viene ahora: decidir quiénes de los que están allí merecen castigos severos y quiénes no. Hacer los traslados pertinentes y acelerar las sentencias (cosas que en Colombia nos parecen imposibles de lograr en un período presidencial, pero sabrán excusar mis lectores extranjeros, así funciona nuestra justicia).

Obama debe demostrarle al mundo, a su abuela kenyata, a sus amigos de colegio hawaianos, a quienes votaron por él, y a todos los pobladores que aprovechan su elección para celebrar en Turbaco, que es más que un símbolo. Que tras su cara de "soy como todos ustedes" hay un hombre capaz de llevar las riendas de una potencia mundial que decide lo que pasa en el resto del mundo. Y si lo hace me demostrará, ahí sí, que no sólo basta con ser buen candidato para ser un buen presidente.

Sólo al final de su período presidencial sabremos, como siempre, si el candidato fue quien decía ser. Seguro le irá mejor que a su antecesor, pero eso lo hizo Pastrana. Y aprendimos la lección a punta de bala.

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