Datos personales

jueves, 22 de enero de 2009

Que nos alumbre la nariz de Rudolph



Esperé intencionalmente a que pasaran las fiestas de fin de año para irme lanza en ristre contra la costumbre no sólo más inutil sino también más nociva de diciembre, y que por cierto cada año se anticipa más, como si en lugar de calentamiento global la tierra se estuviera enfriando. Y no hablo de la quema de pólvora por parte de niños no vigilados o de borrachos que se creen vigilantes.

No me gusta mucho la navidad. Pero costumbres como la de alumbrar las ciudades tan pronto acaba Halloween hacen de esta fecha un monumento al despilfarro y un ataque frontal contra el ya frágil medio ambiente. Como si durante el resto del año no nos hubiéramos ya esforzado bastante en desperdiciar recursos naturales, durante casi tres meses -noviembre, diciembre y una parte de enero-no hay calle o parque público que no se precie de derramar kilovatios para atraer turistas y vender más.

Pues señores comerciantes, señores políticos, Papá Noel, niño dios y todos aquellos que celebran concursos que premian el despilfarro energético a costa de aumentar los volúmenes de venta de los comerciantes que luego, también como una estrategia de mercadeo salen con el cuento de la responsabilidad social donando "gotitas" para niños pobres con tal de deducir impuestos a costa de las monedas de veinte que igual nunca devuelven a sus clientes: ¿pensarían ustedes que cuando nos estemos achicharrando del calor- por culpa de haber malgastado recursos naturales en luces pendejas- la gente va a salir a comprar mariconadas en sus almacenes?...No!!! Cuando estemos achicharrándonos vamos a estar extrañando esa energía que gastamos en sus vitrinas, en los parques, plazas y calles, pensando en que debimos haberla usado para otro tipo de cosas que nos hicieran sentir menos sinvergüenzas.
Y ahora me dirán que las luces navideñas ayudan a fomentar el ambiente festivo y de convivencia que reina en la época decembrina. Los pobres dirán: lo único que me da gratis el gobierno y ahora resulta que es malo para el ambiente. Los comerciantes dirán: las ventas se me bajan, ¿y ahora con qué plata me voy para los Mayamis?

Pues bueno, como esto es una democracia y cada cual hace de su cola un florero, pues gástense su plata en comprar sus luces e iluminar sus salas y sus alcobas, pero señores alcaldes: no se gasten mi plata, que no quiero luces y que sí soy ambientalmente responsable, en alumbrar las zonas públicas de sus ciudades. Mejor dicho, si yo fuera alcalde, que espero nunca serlo, prohibiría gastar un sólo centavo en alumbrado público navideño. Y que los que quieran alumbren sus casas, sus almacenes, sus fincas, sus carros. Que si van a joder más el medio ambiente que sea con sus billetes, por lo menos, no con los poquitos que me quedan a mí.

El Portafolio del 6 de enero, semana en la cual todavía muchos de mis vecinos lucían gigantescos árboles de navidad prendidos día y noche mientras viajaban por las extranjas, anunciaba el aumento en los precios de la energía por las perspectivas de un fuerte verano. Seré muy bruto, pero verano y calentamiento me suenan parecido. En esa misma edición, que por supuesto reciclé, se mostraba cómo los precios de la energía habían aumentado en un 150% durante los últimos 6 años. El caprichito de la iluminación navideña, en un país en que el salario mínimo aumenta menos del 10%, nos sale hoy más de 2.5 veces más caro que hace 6 años. Hagan cuentas, si lo único que les preocupa es su bolsillo.

Y en el Portafolio del 13 de enero, fecha para lo cual muchos de mis vecinos llegaban a sus oficinas con una cosa que se inventaron los malos trabajadores para hacer pereza una semana más, el estrés postvacacional, anunciaba, en boca del gerente de ISAGEN, el aumento drástico de las tarifas de energía durante 2009 y 2010 por el incremento de la demanda y por una oferta hidroeléctrica costosa e insuficiente. Pa que vayan en un año y se quejen con sus alcaldes por la subidita, si lo único que les preocupa es su billetera.
Yo propongo, más bien, que en vez de estar promoviendo apagones de una hora para aparentar ser ambientalmente responsables, apaguemos por dos meses y medio las luces navideñas en zonas públicas.

Mejor dicho, que si fuera alcalde lanzaría una propuesta en octubre: "este año, señores conciudadanos, podrán escoger entre iluminación en áreas públicas para sentirnos mejores personas durante esos meses, inundar el ambiente con abrazos y paseos familiares, pinchos de pollo anaranjados y tusas de mazorca regadas por el parque de la 93, o recibir un descuento significativo en su factura de energía en los meses de diciembre y enero, que se podrán gastar, si son tan festivos, en luces para su propia casa, o sino en los útiles escolares para sus hijos, cosa que realmente si les hará provecho". Amén.

No hay comentarios: