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domingo, 12 de octubre de 2008

Publíquese sólo si Ingrid cree haber ganado el Nobel de Paz y no lo gana

Se hizo justicia: El Nobel de la Paz fue a parar en el estante de un ex presidente con experiencia diplomática en Naciones Unidas, supervisor del proceso independentista de Namibia, activista en Irak, Bosnia-Herzegobina, mediador con éxito en Aceh, Indonesia y un jefe ejemplar, según sus pares. El Nobel de la Paz, afortunadamente, no quedó en manos de una ex-candidata presidencial que desacató órdenes y terminó condenada, injustamente, a sufrir un martirio de 7 años en las selvas de un país tropical. El Nobel no quedó, afortunadamente, en manos de alguien que aún no ha hecho nada por la paz, pero que si se asesorara de gente más cualificada y menos torpe, miope y convencida, podría aportar, sin duda, a que este mundo sea mejor.

Ingrid, o sus asesores, se volvieron a equivocar. Con la platica que les costó alquilar el salón de uno de los más lujosos hoteles de París, con el fin de celebrar el Nobel de la Paz imaginario que se ganaron, podrían haber apoyado iniciativas verdaderamente merecedoras del reconocimiento nacional o internacional como los del periodista Herbin Hoyos o los de la Campaña Colombiana Contra Minas. Creer que no haber otorgado el Nobel de la Paz a Ingrid es una bofetada a todos los secuestrados del país y a la posibilidad de una salida alegre al conflicto, es tan serio como creer que la única exsecuestrada que merece la admiración de este país es la franco-colombiana.

No soy comunicador, ni periodista, ni relacionista público, pero sí fui jefe de prensa. Y enviar a los medios un boletín agradeciendo un reconocimiento que no se ha recibido es tan arrogante, desconsiderado, ofensivo y belicoso, que parece, guardadas proporciones, una estrategia de "invasión mediática preventiva", como si se tratara de atacar un país por la simple sospecha de que posee armas de destrucción masiva. Ese cuento ya sabemos cómo termina y no tiene nada que ver con la paz.

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