Datos personales

miércoles, 26 de marzo de 2008

Afortunadamente

En las noches era imposible no pensar en ella. Las 500 de Sabina eran pocas comparadas con las que él había pasado repasando cada uno de los pocos minutos a su lado. El día que la vio por primera vez y el repaso casi minucioso que se había acostumbrado a hacer de cada una de las frases que le dijo entonces. La primera llamada telefónica, y la voz del otro lado del teléfono que no le reconoció hasta después de un par de minutos. La última llamada y ese silencio que lo absorbía cuando no estaba a su lado. El primero y el último de los besos, tan parecidos y tan lejanos. Las miradas de complicidad cuando se encontraban casualmente en la casa de algunos de sus amigos. O las miradas planeadas cuando se cruzaban intencionalmente al ir a la cocina para servir más hielo o prender un cigarrillo. Las confesiones hechas y las no hechas. Las mil coincidencias descubiertas poco a poco. Y unas similitudes construidas artificialmente por alguno de los dos para parecer más cercanos de lo que realmente estaban. Las preguntas premeditadas y las respuestas estudiadas. Los secretos compartidos, las complicidades asumidas, los abrazos interminables. Demasiadas cosas como para dejarlas pasar inadvertidas, realidades y maldiciones que ahora formaban parte de su cotidianidad, afortunadamente.

No hay comentarios: