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miércoles, 13 de julio de 2011

Esteban Trujillo Esparza

Cuando en unos años me pregunte, si es que no le da pereza hablar con su padrino, cómo era el mundo cuando nació, le contestaría que esa semana, por primera vez en 18 años, la Selección Colombia de Mayores superó a la de Argentina en la fase de grupos de un torneo de fútbol. Le diría que desafortunadamente la envidia y la codicia eran más comunes que la solidaridad y el altruismo, que en ese entonces parecían ser cada vez menos los honestos y que para completar, el mundo parecía estar achicharrándonos por cuenta de nuestra irresponsabilidad ambiental durante los últimos cincuenta años. Le diría que el Atlético Bucaramanga todavía no había logrado ningún título importante y que estaba muy pero muy lejos de ser el equipo en que se convirtió. Le diría, en últimas, que si no tuviera esos papás, yo mismo le hubiera recomendado ese 11 de julio de 2011, que se devolviera por donde vino.

Cuando en unos años me pregunte, si es que todavía en ese entonces tengo la lucidez para contestarle, cuál es la clave para ser feliz, le diría, sin dudarlo, que la felicidad solo se alcanza si se piensa, se dice y se hace lo que se cree correcto. Le diría que para lograrlo hay que hacer todos los días algo que nos acerque a aquello que siempre hemos querido ser y hacer. Le diría, en últimas, que no se puede ser feliz sin estar bien acompañado y sin hacer feliz a aquellos que lo rodean a uno.

En unos años, un día en que no me pregunte nada, espero poder atreverme a confesarle que el mundo ganó mucho con su llegada, porque sé que con más Tavos y más Paulas este mundo es mejor, y para bien o para mal, así uno se empeñe en negarlo, uno es igualito a sus padres. Entonces espero poder atreverme a confesarle que mi vida mejoró un poquito desde que supe que su sonrisa los haría aún más felices, nos haría más felices a todos.

Eso sí, le advierto: tendrá que soportar noches enteras en las que, inevitablemente al compás de unos buenos tragos y una cantidad descomunal de comida, repetiremos una y otra vez las historias de nuestra juventud, que seguramente ya estará cansado de oir y podrá recitar de memoria, si es que quiere que en algún momento le prestemos la llave de alguno de nuestros carros para que salga de rumba con Maria José, Ana, Manuel y todos los que están por venir, incluyendo los míos, aunque  seguramente para esa época serán algo menores para juntarse con adolescentes borrachos.

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