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lunes, 26 de octubre de 2009

La televisión y la educación

Hace unos días llegó a mi Facebook una carta escrita por un arquitecto perocupado por la calidad de la televisión privada colombiana. Supongo, padre de familia, contribuyente juicioso de las arcas distritales, asistente a misa todos los domingos a la primera hora de la mañana y, es posible, donante de sangre.

Luego de leer atentamente la misiva, ampliamente comentada de manera positiva por los ciberciudadanos, sentí unas ganas enormes de salir a comprar todos los dvd del Capo, el Cartel de los Sapos y las Muñecas de la Mafia, para comprobar, con mis propios ojos, que RCN y Caracol sí eran - tal y como afirmaba el remitente - unos de los grandes culpables de los líos en los que este país ha estado metido, aún desde antes que existiera la TV en el país. Novedosa conclusión, pero no muy convincente, por lo menos para mí.

En primer lugar, la carta acusa a los canales de televisión privada de "[haber] servido de reafirmante y de estimulante para que ante el resto del mundo, Colombia sea visto como un nido de ratas, y por ende que los colombianos que viven en el extranjero sean discriminados, marginados,maltratados, agredidos moral y físicamente". En el resto del mundo, mi querido arquitecto, a los colombianos nos consideran mafiosos porque somos el primer país exportador de esas porquerías, y eso no se lo inventó RCN, ni Caracol, ni Uribe, ni Residente, ni nadie. Es una realidad. En el resto del mundo, querido amigo, hay 13.200 compatriotas encarcelados, 2.277 en España (allí somos subcampeones después de Marruecos, un país geográficamente más cercano a la madre patria) y poco más de 5.800 en Estados Unidos. Además, según cifras de la Cancillería, el 78% de los colombianos que se encuentran presos en otros países, fue detenido por delitos relacionados con narcotráfico. Los demás están acusados por violaciones a leyes migratorias, hurto, atraco, homicidios y tráfico de personas. Todo un abanico de posibilidades. Esa es nuestra malicia indígena. Es que los colombianos somos echaos pa´lante. !!!Oh Gloria Inmarcesible!!!.

Desde el 2000, el número de colombianos presos en España se ha multiplicado por 8. Los colombianos representamos hoy, según datos de las instituciones penitenciarias españolas, el 0,7% de la población total de ese país, pero también el 3,7% -cinco veces más- de sus presos. Y en Estados Unidos, por cada 100 colombianos que viven allí, uno está tras las rejas.

Los datos son concluyentes, a mi modo de ver: los colombianos somos vistos como ladrones e infractores de la ley en el extranjero porque las estadísticas así lo determinan, no porque las producciones de la televisión privada colombiana hayan permeado de tal forma el imaginario de los extranjeros. Y hay que decir algo más, muchos de los colombianos que delinquen en esos dos países, por lo menos, no están tras las rejas. En Barcelona me robó la billetera un colombiano con una camiseta del Nacional y en Bruselas vi grupos de colombianos colarse olímpicamente en el metro, orgullosos de su viveza.

En segundo lugar, el responsable de la carta manifiesta que, además de ser culpables del maltrato al que nos vemos avocados los colombianos en el extranjero, los canales son corresponsables de reproducir en la juventud colombiana mensajes equivocados sobre cómo debe vivirse la vida. En eso puedo llegar a estar parcialmente de acuerdo, pero haciendo muchísimas salvedades, algunas de las cuales menciono a continuación.

Primera: el efecto de la televisión sobre las mentes de los espectadores está determinado, principalmente, por la existencia o no de conductas ya evidentes en el receptor y que lo hacen más o menos influenciable por los mensajes emitidos, buenos o malos. Me explico: Un suicida que ve Superman puede estar más propenso a ponerse unos calzoncillos rojos encima de una trusa azul y lanzarse del quinto piso de su edificio. A nadie en la actualidad se le ocurriría, aunque hace unos 50 años se le ocurrió a algún sociólogo, que el culpable de que nuestro suicida hubiera muerto aplastado contra el asfalto era la Warner Brothers. El señor se suicidó por que tiene un desorden mental, no por ver Superman y querer ser Clark Kent. A uno no le dan ganas de volverse narcotraficante cada vez que termina el Capo. A un niño de las comunas de Medellín no le dan ganas de salir a robar, violar y matar porque Pedro Pablo León Jaramillo quebró a 5 soldados que le perseguían y le puso los cachos a su mujer. Le darán ganas de delinquir porque la sociedad en que vivió le enseñó a que así sobresalía y alcanzaba sus metas. Son más culpables, desde mi punto de vista, su papá (si tiene) o su mamá, que le mostraron que la pobreza se combatía con balas.

Pero la cosa no es así: según Corpoeducación "una persona sin educación primaria tiene un 80% de probabilidad de continuar siendo pobre. Está comprobado que la educación es clave para combatir la pobreza y que se necesitan por lo menos doce años de estudio para lograrlo. Cuando la educación es de mala calidad o no alcanza los doce años, la probabilidad de tener hijos pobres o más pobres varía entre 82% y 91%". Y la educación no es únicamente la televisión, la educación son - principalmente - los papás, los hermanos, la familia, el barrio. Pero sobre todo, un niño educado no es fácilmente influenciable por los mensajes de entretenimiento que emite la televisión.

Mi otra conclusión: la televisión influye negativamente en las conductas de los televidentes únicamente cuando existen condiciones previas, ajenas a ella, de las que no puede ser responsable, que así lo permitan. El problema, señor arquitecto no es poner más Naturalia y menos capos, la solución es evitar que se generen esos condicionamientos previos que sirven de catalizadores externos para que la TV sea transmisora de antivalores. El problema es la familia, la escuela, no la pantalla, ni Pablo Laserna. Prohibirles ver TV no soluciona la cosa, enseñarlos a verla dándoles herramientas para que sepan qué está bien y qué no, es la verdadera solución. La responsabilidad no es de RCN, es suya y mía.

¿O es que Pablo Escobar terminó siendo el delincuente que fue por ver tanta televisión durante los años sesenta?, ¿O los Rodríguez Orejuela montaron el cartel de Cali para parecerse a Baretta y a Los Ángeles de Charlie -válgame dios, que serie tan dañina-? No!!!

¿O es que usted cree que en Estados Unidos todas las mujeres son prostitutas y todos los hombres son ladrones o detectives privados?, ¿y que en España todas van con castañuelas y a todos les cae bien el Rey? No creo, porque usted, aunque no parece, debe ser inteligente, y no traga entero todos los mensajes emitidos por la caja hipnotizadora.

Además, si el problema son los medios, no permitamos a los jóvenes leer prensa, navegar en internet. Que no conozcan nuestra historia colombiana, plagada de actos violentos, guerras civiles y sangre. Que ni se les ocurra ver noticieros. Y Café con Aroma de Mujer, ni de riesgos: infidelidad y personajes tomando guaro mientras trabajan. Betty la Fea: ladrones de empresas y triquiñuelas financieras en el transfondo de una novela que enseña el tierno mensaje de que ser feo no importa. Horror!!!. Y qué me dicen del Chavo del Ocho: Deudores morosos, huérfanos indigentes, golpizas y ridiculizaciones frecuentes a los niños. Qué la virgen y todos los santos nos protejan!!!! Bob Esponja, un muñeco homosexual!!! El apocalipsis!!!

Todas esas cosas hacen parte de la vida. De esa sociedad que usted y yo, y mis bisabuelos y los suyos construimos. RCN y Caracol son apenas reproductores de esa realidad, y eso, desde mi punto de vista, es positivo. El problema no es la manera como se emite el mensaje, querido arquitecto, el problema es la manera como permitimos que sea recibido. Un mundo en el que los canales privados colombianos sólo emitieran aburridos programas culturales, digamos por ejemplo Romeo y Julieta, en el horario prime (Ojo: suicidio, odios, amores prematrimoniales, asesinatos) no sólo sería aburridísimo, sino que privaría a nuestra juventud de enterarse cómo es el mundo que está allá afuera.

Creo que el deber de los medios es mostrar la realidad y la de los mediadores (usted, yo, todos nosotros), explicarle a nuestra juventud qué está bien y qué está mal, para que la televisión no se convierta en esa máquina diabólica a la que usted, injustificadamente culpa de muchos de nuestros males.

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